Por Claudia Serrot
Fuente: comunidad moda
CUANDO en abril de 2007 aparecía un artículo en el newsletter del INTI bajo el título “La esclavitud no es fashion” quedaba claro que se reflexionaba sobre una de las aristas menos glamorosas del mundo de la moda. El artículo hacía referencia al incendio que se había originado en el año 2006 en un taller de costura clandestino y que costó la vida de dos costureros y cuatro niños, todos de origen boliviano. Esta introducción nos sirve para comprender que el mundo de la moda va mucho más allá de las pasarelas e incluye una serie de organizaciones interconectadas (escuelas, diseñadores, agricultores, modelos, fotógrafos, costureros, editores, minoristas, mayoristas, consumidores) en la cadena de producción, distribución y consumo de ropa; y también nos ayuda a entender de qué modo esta industria ha provocado y sigue provocando desórdenes sociales y ambientales muy serios. La industria de la indumentaria es una de las más lucrativas del mundo. Sólo en el año 2000 los consumidores gastaron alrededor de un trillón de dólares en ropa, de los cuales un tercio del consumo fue para Europa occidental, otro tercio para EEUU y un cuarto para Asia. En los procesos de manufactura de algunas materias primas, la industria de la moda utiliza enormes volúmenes de agua y pesticidas. El cultivo del algodón, por ejemplo, alcanza al 22% de los insecticidas y al 10% de los pesticidas utilizados en los otros cultivos en todo el mundo. Asimismo, los deshechos originados por la industria son también enormes: en el Reino Unido se arrojan a la basura alrededor de un millón de toneladas de textiles al año. HACE algunos años, con el nacimiento de los primeros movimientos ecologistas, comenzaba a vislumbrarse una nueva conciencia crítica hacia el consumo desmedido. La humanidad debía comenzar a pensar en términos de desarrollo sustentable, satisfaciendo sus necesidades sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Este concepto de sustentabilidad fue cambiando con los años, promoviendo una nueva economía de valores donde también tenían cabida las creencias, los sentimientos y los saberes de los distintos grupos sociales. Estaba claro que no se trataba sólo del equilibrio entre el desarrollo humano y la vida de los ecosistemas, sino de buscar la igualdad entre los individuos. Actualmente y en el ámbito de la moda en particular, tanto diseñadores como organizaciones no gubernamentales, fabricantes, colectivos, artistas y consumidores, comienzan a hablar en términos de prácticas sustentables, valoración del comercio justo (fair trade), trazabilidad del producto, materiales ecológicos y moda ética, entre otros. Earth Pledge, organismo promotor del desarrollo sustentable, presenta desde el año 2005 su espectáculo Future Fashion en la Semana de la Moda en Nueva York. En enero de este año convocó a marcas de la talla de YSL, Versace, Donna Karan, Calvin Klein y Stella McCartney, entre otras. La organización alienta el uso por parte de los diseñadores de materiales no tradicionales como fibras de bambú, de piña, de algodón orgánico, de sasawashi (fibra que se elabora a partir de hierbas y papel, con propiedades antialérgicas y antibacteriales), así como de biopolímeros hechos de soja y maíz. Al principio, fueron los outsiders de la moda quienes dieron los primeros pasos en este sentido. Hoy, grandes marcas como Adidas, Levi´s o Nike ofrecen a los consumidores moda “verde”. Levi´s lanzó sus versiones Bio y Levi´s Eco, una colección fabricada con tejidos orgánicos, avíos de coco y metal con mínimo tratamiento. CON el cambio de paradigma de una sociedad industrial hacia otra más centrada en la calidad de vida del planeta y de los individuos, van surgiendo organizaciones comprometidas no sólo con aspectos ambientales sino también sociales. Dentro de las más importantes se encuentra el EFF (Ethical Fashion Forum), una red global de diseñadores, empresarios y organizaciones enfocada en el tema de la sustentabilidad en la industria de la moda. Para el EFF, la moda ética significa un acercamiento al diseño, los recursos y la manufactura de la ropa, en un proceso que debiera ser social y ambientalmente sostenible. El EFF trabaja actualmente con diseñadores de moda, compañías e industrias textiles a los fines de promover e implementar prácticas sustentables a lo largo de toda la cadena industrial. TODAVIA hay mucho camino por recorrer. Por un lado, la manufactura textil se realiza en los países más pobres, lo que alienta a condiciones de explotación propias de países del tercer mundo. Por otro, debido a la naturaleza compleja de la cadena productiva de la moda, donde cada parte del proceso y de la producción a menudo vienen de diferentes países, no hay todavía un mercado ético reconocido. Y por último, los precios siguen siendo elevados para este tipo de productos ecológicos, con el agravante que en los países en vías de desarrollo la obtención de esta materia prima es casi imposible. El desafío está planteado, y es enorme. La industria textil, quien fuera la gran protagonista de la Revolución Industrial, deberá enfrentarse ahora a una nueva revolución. Deberá actuar según nuevos parámetros ecológicos y éticos para adecuarse a un mundo que pide a gritos un cambio de conciencia global.