En abrigos, faldas y vestidos, el tejido de líneas geométricas y origen escocés capta la atención sobre la pasarela internacional.
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La moda retoma, examina y vuelve a arrojar. Pasaron miles de años y hablamos del otoño/invierno 2013 que pronosticaron Saint Laurent, Stella McCartney, Louis Vuitton, Lanvin, Jean Paul Gaultier, Dolce & Gabbana y Versace. Y el tartán como denominador común.
Compuesto de lino y lana, tradicionalmente se producía en telares artesanales de Europa occidental. Su aplicación más conocida se reproduce en el kilt, la falda masculina de Escocia que marcaba, según su color, la pertenencia a los clanes.
Status quo, rebeldía y academia. El tejido estuvo prohibido cuando algunos clanes escoceses intentaron derrocar, sin éxito, el trono británico. Símbolo aparente de una rebelión, se dejó de usar hasta finales del siglo XVIII. Más tarde, la reina Victoria se encargaría de marcar el rumbo de la moda en los colegios privados con el uniforme de sus hijos como conejillo de india.
El tartán permanece, vuelve a desafiar y echa anclas contraculturales. Se reivindica en el levantamiento musical y estético que se ve en los trajes punks de la década del 70, gracias a Vivienne Westwood y Malcolm McLaren (manager de los Sex Pistols) con su boutique SEX y la provocación londinense como insignias.
Con los años siguió manifestando el espíritu de una época y hasta Bill Cunningham, el fotógrafo de tendencias de The New York Times, escribió que después del 11 de septiembre los tartanes señalaron “el cambio de ánimo en la moda estadounidense”.
Y la fiebre no cesó. También Chanel, de la mano de Karl Lagerfeld, regaló esta temporada la pasarela Paris-Édimbourg Métiers d’Art que rindió homenaje a Escocia y sus creaciones icónicas con chaquetas y prendas de punto, y Tilda Swinton de abanderada en la campaña.